
La complejidad de los personajes va surgiendo, se va tejiendo una tela, faltan puntadas fundamentales pero algo vamos entreviendo. Ahora, no sólo de la mano de Erica, también de Patrick.
Anders tiene coartada, su vecina afirma haberlo visto queriendo entrar a su casa un poco antes de la hora a la que se estima Alex fue asesinada. Luego no le dio tiempo. Deben por tanto soltarlo y las dudas sobre que él sea el autor se acrecientan.
El ritmo es más rápido, sabemos también que Julia es la única heredera de Nelly Lorentz. ¿Y su hijo adoptivo? ¿Sólo se conocen de haber trabajado veranos en la fábrica y por el trabajo de su padre en la fábrica Lorentz? No cuadra.
Demasiadas preguntas. ¿Y la desaparición de Nills Lorentz? ¿Y la extraña conversación de Vera con Nelly? ¿Quién es el padre del hijo que esperaba Alex?
Todos ellos a la vez tejen una crítica a veces muy irónica de una sociedad que desde luego rompe la imagen de “civismo” que, yo creo es generalizado, tenemos sobre los países nórdicos.
Una sociedad, la sueca, diferente de la que ”a priori” podemos intuir. Alcohol, maltrato, madres jóvenes en pueblos pequeños, clases sociales marcadas, relaciones acabadas y consecuentemente sueños trastocados y autoestimas doloridas. Clasismo. La “deprimente desesperanza”, trasmitida por una pobre limpiadora a la poderosa y rica Nellly Lorentz. La teoría y práctica del “gusano” Mellberg, “encuentra la chusma y encuentras al autor del crimen”. Una sociedad, la sueca, en la que también hay Bridget Jones pese a los miedos, intentos de ser amad@, rubores, emociones y en definitiva heridas que se curan. Entrelíneas sobre prácticas que no deberían de formar parte de lo que tratamos o queremos que sea el ser humano.