
Las últimas páginas de nuestro libro nos dirigen a una reflexión inevitable: la muerte; La muerte del que se sabe amado y ha luchado. La muerte de quien ha tomado su vida como una gran guerra en la que el águila, la “rusca” o lo que sea arrebatan en cada bocado un poquito de fuerza.
Un desenlace esperado donde y hasta las últimas líneas percibimos la grandeza de los pequeños deseos y las pequeñas etapas: casarse, escuchar de un nieto su reconocimiento, regresar a tu tierra…
Un nieto capaz de provocar en su abuelo la sonrisa etrusca; La sonrisa de la vida gozada y exprimida, la de la vida entendida.